lunes, 28 de marzo de 2016

EDUCACION LIBERADORA

Por: Alba Iguasnia


"Lucho por una educación que nos enseñe a pensar y no por una educación que nos enseñe a obedecer" Paulo Friere.

La infancia y la juventud son las primeras etapas de socialización y la formación de hábitos, valores, creencias, lengua, vestimenta, alimentación, modos de comportarse, entre otros aspectos; la familia pone mucho énfasis en reproducir todo; sobre lo que sus padres asentaron y atesoraron; los mismos que deben ser heredados y transmitidos de generación en generación.  Como existen ciertos aspectos positivos heredados también existen elementos negativos tales como la sumisión, el cumplimiento de roles, etc.

Las aulas están llenas de jóvenes kichwas y mestizos. Se nota las diferencias de la cultura a simple vista. El sociólogo Bourdieu resalta que  las escuelas enseñan y transmiten un patrón cultural que no coincide con las estructuras subjetivas de los estudiantes. Si el joven práctica, acata y obedece se le considera un estudiante ejemplar y exitoso. Pero el ser humano es un ser único.  La escuela no debe domesticar a los estudiantes, sino respetarles tal cual son y guiarlos para soñar, pensar, construir, volar, crear, crecer, servir y convivir

A diario vemos jóvenes con mucha energía, respetuosos, alegres, amables, responsables, talentosos, dedicados, que anhelan superarse; pero también educandos tristes, chicas embarazadas, chicos con alguna discapacidad, estudiantes con problemas familiares, malhablados, molestosos, chicos de desertan, uso de drogas, alcohol, etc., dando cabida al bajo rendimiento escolar. 

El éxito y el fracaso escolar no dependen solo de las aptitudes naturales del alumno sino también del Capital Cultural en el que crecen. A esto se suman las “distinciones individuales”; incrementando aun más las desigualdades en las aulas. Y las notas marcan trascendentalmente a cada joven, quien  es valorado por su promedio escolar (LOEI en el Art. 94.). Carina Kaplan manifiesta: “Categorizar a un individuo, a un alumno y situarlo dentro de los “buenos” o de los “malos”, de los “talentosos” o de los “no talentosos”, de los “inteligentes” y “no inteligentes” no es una operación inocente en tanto implica no solo una descripción -arbitraria- de su situación actual, sino también una suerte de predicción sobre su situación en el futuro. Los actos de clasificación y de valoración de los alumnos se convierten así en una descripción, un acto productivo” (Kaplan, 2006:97)

Las escuelas estamos categorizando, clasificando, dividiendo, diciendo para que son buenos, lo que pueden llegar ser o no, restringiendo, delimitando,  criticándolos, juzgándolos, etc.; dañando su autoestima escolar.

A esto se suma las etiquetas que le dan y/o damos a nuestros alumnos de manera invisible, involuntaria, burlona; nos fijamos en lo negativo de su actuar, de su comportamiento, de su presentación, de su aprendizaje y de sus logros académicos; para rotular algo que en verdad no son.  La parte subjetiva y lo que existe dentro del ser humano no se puede apreciar a simple vista, para ello hay que conocer un poquito su realidad y  colocarse en sus zapatos.

Varios maestros No pueden creer o se niegan en admitir que jóvenes con déficit de atención podrían ser “inventores”; chicos con desorden bipolar lograrían ser grandes artistas; adolescentes con desorden de personalidad llegarían a ser filósofos; etc.

Dejemos que los chicos escojan sus propias etiquetas. Basta de etiquetar a nuestros alumnos observando sus notas, su cultura, su origen, su modo de actuar, su corte de cabellos, el uso de piercing, su inclinación sexual, sus travesuras, su modo de pensar, su modo de ver la vida…

Valoremos la colección de capacidades, talentos, competencias, destrezas y habilidades que tienen nuestros muchachos; es hora de avanzar, romper esquemas de reproducción que nos hicieron creer que son las correctas y que los docentes  tienen la razón. Necesitamos crecer  juntos, convencernos que “todo es posible”, que “si se puede”. Si queremos que esto cambie seamos parte de la evolución y la solución.



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